No pares de bailar-
le dijo la princesa mientras sonreía con dulzura.
La música no dejaba
de sonar desde hacía varias horas y las fuerzas empezaban a abandonarle.
La oscura sala en la
que se encontraban les era totalmente desconocida. Tampoco recordaban cómo
habían llegado hasta allí. Ni siquiera se habían visto hasta que una melodía
familiar les despertó de un sueño que no sabían cómo, cuándo ni dónde había
empezado.
¿Cuánto crees que
durará esto?- preguntó él, intentando seguir los pasos que la princesa
ejecutaba con gracia al ritmo de la música.
Ni siquiera sé por
qué estamos bailando- Protestó él. - Deberíamos estar buscando una salida.
Ésta es la única
salida. Ya te lo he dicho.
Lo sé. Pero parece
que no está funcionando, ¿no?.
Ella sintió una
punzada de decepción en el pecho. Confiaba en que él tendría suficiente coraje,
pero ahora daba la impresión de que no iba a cumplir sus expectativas.
Aguanta un poco
más, chico. Sólo tenemos que lograrlo durante un instante y las puertas se
abrirán.
¿Lograr qué? - El
chico gritó desesperado, pero siguió bailando. No logro entenderlo.
No trates de
hacerlo porque no tiene sentido. Simplemente es así. Debes confiar en mí.
El chico miraba los
enormes ojos castaños de la princesa. Esos ojos le hipnotizaban y hacían que
cada palabra llegara a lo más profundo de su alma.
Siguieron bailando
en silencio durante un largo rato. La música no paraba de sonar y debían seguir
hasta lograr una compenetración perfecta. Pero aún no lo lograban. Según le
había contado la princesa, eso haría que la música parara y desaparecieran las paredes
de la extraña sala en la que se encontraban. Y lograrían rescatar a los niños.
¿Qué niños? - Había
preguntado el chico con extrañeza.
Todos los niños
deseados del Mundo. Todos aquellos bebés que sus padres anhelan y que buscan
con todo su amor, pero que nunca llegan. Todos ellos están retenidos; y
nosotros podemos rescatarlos y llevarlos con sus padres.
Siguieron bailando. El chico hizo una
pequeña mueca cuando una nueva pregunta llegó a su cabeza.
¿Cómo sabes tú lo
de los niños y todo lo demás?
La princesa esperaba
esa pregunta. No era la primera vez que se la hacían pero eso no debía
significar que volviera a salir mal. No estaba dispuesta a perder la esperanza;
había demasiado en juego. Creía haber visto en él algo distinto que le hacía
pensar que tal vez, esta vez, lo conseguirían.
No me
malinterpretes. Confío en ti. - Se excusó el chico al percibir la decepción en el rostro de la princesa. - Comprende que para mí, todo esto resulta un
poco extraño.
La princesa exhaló
lentamente, volviendo a su rostro la preciosa sonrisa con la que le había
cautivado, y a tantos otros chicos antes que a él.
Es verdad. Para ti,
todo esto debe de ser como una pesadilla.
Bueno, las he
tenido mucho peores. - Respondió el chico tratando de aparentar fortaleza a pesar
del cansancio y el desconcierto.
La princesa le
devolvió la sonrisa y apartó la mirada. Se había ruborizado.
Una nueva melodía
empezó a sonar, y ambos la reconocieron enseguida.
¡Ésta me encanta! -
Gritó el chico mientras giraba y levantaba los brazos, como si hubiera
recobrado las fuerzas.
La princesa sonrió
con verdadera alegría por primera vez desde que despertaron. Se sentía feliz de
ver que el chico al fin se divertía, porque ella misma deseaba bailar esa
canción y porque tal vez, con este baile lograrían el milagro.
Continuaba sonando
la melodía y ambos bailaban ya como si nada más existiera. Sólo estaban ellos dos y la música. Cada vez que se miraban, se les iluminaba el rostro. Cada
vez que se rozaban, notaban cosquillas por todo el cuerpo. Cada vez que se
agarraban, sentían que sus almas quedaban fundidas en el abrazo.
Lentamente, la sala
se fue llenando de luz. La negrura de las paredes se desvanecía pero los dos seguían bailando
ajenos a todo.
La música paró de
sonar y ellos se quedaron abrazados, sofocados, mirándose directamente a los
ojos. Y entonces se echaron a reír.
Aún pasó algún
tiempo antes de que se dieran cuenta de lo que había ocurrido a su alrededor.
Cuando lo hicieron, vieron que se encontraban en un espacio inmenso lleno de
luz. No tenían nada a la vista pero se sentían en el centro de todo.
¿Qué ha pasado? -
Preguntó el chico mirando con extrañeza en todas direcciones.
Lo hemos
conseguido. - Respondió la princesa. Y repitió, abrazándole con fuerza: Lo hemos
conseguido.
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