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LA PEQUEÑA BURBUJITA


Érase una vez una pequeña burbujita que nació del tibio soplido de una niña y, casi sin darse cuenta, se encontró flotando en el aire.

Muchas otras burbujas como ella revoloteaban alrededor, y todas reían llenas de felicidad. Algunas reían tanto, que explotaban en el aire. Otras, buscaban las manos de los niños y niñas que intentaban alcanzarlas, y se ponían tan contentas cuando conseguían tocarlas, que también estallaban.
Pero a nuestra burbujita, el viento se la llevó volando antes de que pudiera siquiera empezar a jugar. Ella luchó para intentar llegar hasta alguno de los niños y niñas que saltaban a su alrededor, pero la fuerza del viento era demasiado fuerte y la llevó dando vueltas sin parar, cada vez más lejos del suelo.
En pocos minutos había subido tan alto, que veía los tejados de los edificios y las copas de los árboles. Desde allí arriba, los coches parecían de juguete y las personas parecían hormiguitas. Estaba tan alta, que pronto le empezó a rodear una especie de algodón blanco que le hacía muchas cosquillas. La burbujita no sabía lo que era, y empezó a sentir un poco de miedo.

De pronto, oyó una voz que le decía: Somos nubes, pequeña burbujita.
Nubes… - repitió ella con asombro, ya que era la primera vez que oía esa palabra. ¿Y qué hacéis aquí arriba?
Nosotras llevamos la lluvia de un lado a otro del Mundo. Venimos desde el mar, muy lejos de aquí, donde hemos recogido millones de gotas de agua, que llevamos a una tierra muy seca. Allí nos están esperando desde hace meses.
Es un viaje muy largo… - Protestó una de las nubes más pequeñas, que parecía estar agotada.
Por suerte, estamos a punto de llegar, y cuando lo hagamos, todos se llenarán de alegría y se pondrán a cantar y a bailar para celebrar la llegada de la lluvia. – Dijo otra nube, que era más mayor y había hecho ese viaje varias veces.
¡Qué bien! Me encanta cantar y bailar. ¿Puedo acompañaros para ver cómo hacéis la lluvia? – Preguntó la burbujita.
¡Por supuesto! Será un placer tener la compañía de una burbuja tan simpática como tú. - Respondieron las nubes.
La burbujita se acomodó entre sus nuevas amigas y se dejó llevar por la suave brisa que las conducía hacia el Este. Durante el viaje, le hablaron sobre los sitios fantásticos por los que habían pasado, y le contaron los chistes más graciosos que habían aprendido por todo el Mundo. Algunos días las nubes jugaban a hacer formas y la burbujita siempre las adivinaba: ¡Un perro! ¡Una casa! Era fácil porque las nubes eran auténticas expertas en ese juego. ¡Qué divertidas son las nubes! - pensaba la burbujita.
Al cabo de unos días, el viento que las llevaba dejó de soplar y las nubes se fueron parando. Las nubes de atrás chocaban con las de delante y, en poco tiempo, todas estaban tan apretujadas, que su color blanco cambió a un tono gris que apenas dejaba pasar la luz del sol.
Todo alrededor de la burbujita eran nubes que se quejaban de lo apretadas que estaban. Las más viejas, intentaban tranquilizar a las jóvenes, que se agobiaban con tantos apretones.
¡Tranquilas todas! ¡Ya hemos llegado! – dijo la nube más vieja.
¿Descargamos la lluvia ya? – Gritaban ansiosas las nubes más jóvenes.
No, pequeñas. Hay que esperar un poco hasta que lleguen las últimas. Cuantas más seamos y más apretadas estemos, más lluvia podremos soltar.
La burbujita consiguió descender entre las apretadas nubes hasta llegar a ver el suelo, que quedaba muy lejos debajo de ella.Desde allí arriba, la tierra parecía seca y casi no había plantas. Pudo ver algunos animales, y también había personas, que se agolpaban y miraban a las nubes llenas de júbilo, con los brazos abiertos como si estuvieran dándoles la bienvenida. 
Entonces la burbujita oyó la fuerte voz de la nube más vieja, que preguntaba: ¿Estáis preparadas? Las demás gritaron al unísono un "¡Sí!” lleno de entusiasmo que retumbó como un trueno; y acto seguido, comenzaron a soltar su carga de lluvia.
La burbujita miraba con asombro a todos lados. A su alrededor, las nubes lo pasaban en grande echando agua. Lo salpicaban todo y las más jóvenes se reían tan fuerte, que alguna vez se les escapaba un relámpago que llegaba hasta el suelo. Esos descuidos no estaban bien vistos entre las nubes más viejas, porque sabían que los relámpagos podían ser peligrosos para los seres que vivían abajo, y entonces les regañaban muy enfadadas, con un trueno tan fuerte, que la pobre burbujita tenía que taparse los oídos.
Abajo, las personas y los animales disfrutaban bajo la lluvia fresca que por fin había llegado. Los niños y niñas corrían felices, chapoteaban, hacían volteretas y se tiraban a los charcos que se estaban formando, como si fueran pequeñas piscinas.
Cuando la burbujita vio a tantos niños y niñas y lo felices que estaban, se acordó del momento en que nació, y de nunca pudo quedarse a jugar con ellos.
Se sentía muy afortunada de haberse hecho amiga de las nubes, pero ahora deseaba bajar a jugar con esos niños. Así es que se armó de valor y descendió junto a las últimas gotas de lluvia.
¡Adiós, amigas! -  Se despidió la burbujita. - ¡Gracias por traerme hasta aquí! ¡Por favor, volved pronto a visitarme!
¡Adiós, burbujita! – Respondieron las nubes. – ¡Da muchos besos a los niños de ahí abajo de nuestra parte! ¡Volveremos pronto!
Debajo de ella, los niños también se despedían de las nubes. Decían adiós con la mano y les tiraban besos mientras les daban la gracias por regalarles el agua que habían anhelado durante tanto tiempo. Uno tras otro, se fueron dando cuenta de que algo descendía suavemente. Señalaban hacia la burbujita y se daban con el codo preguntándose qué sería, y cuando se dieron cuenta, no podían creerlo. Una burbujita que bajaba del cielo no era algo fácil de ver por aquellas tierras. La miraban con tanto asombro que la burbujita empezó a temer que tal vez no querrían jugar con ella, pero entonces, una preciosa niña de pelo rizado que había estado observándola con el dedo pulgar metido en la boca, se adelantó a los demás y le preguntó: ¿Quieres ser nuestra amiga?.

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