La
pequeña Pizpireta,
y su
prima Tarambana,
bajan
por la escalera,
un
sábado en la mañana.
Guardaron ya sus juguetes,
estudiaron
la lección,
se
cepillaron los dientes,
limpiaron la habitación.
Bajan
cantando y bailando,
están la
mar de contentas
Pizpireta, dando brincos
Tarambana, volteretas.
Vuelan
sobre el primer tramo,
lo superan de un gran salto
y
aterrizan con estruendo,
en el
rellano del Cuarto.
Al
oírlas, se acerca rauda,
curiosa,
Doña Cotilla,
de
puntillas a la puerta
a fisgar
por la mirilla.
Tiene un
perrito pequeño,
bien
llamado Zascandil,
que
aprovecha su descuido,
para
morderle el mandil.
Ya se
alejan las dos primas
bajando
el siguiente tramo
saltando
como las liebres,
corriendo
como los gamos.
En el
Tercero vive un señor,
de
nombre Don Zalamero,
que las
saluda y sonríe
mientras
se quita el sombrero.
“Buenos
días, señoritas.
¿A dónde
van tan deprisa?”
“Vamos a
jugar al parque."
Le devuelven la sonrisa,
“Tengan
ustedes buen día”,
se
despide Zalamero,
mientras
se pone el sombrero
con aire
muy pinturero.
En la
siguiente escalera,
Tarambana,
muy listilla,
para
llegar la primera
se
sube a la barandilla.
Le ha
salido bien la treta,
porque
baja muy deprisa,
y partiéndose de risa,
adelanta
a Pizpireta.
"Os vais de dar un buen golpe,
no digáis que no os aviso."
Les riñe
Doña Agorera
llegando al segundo piso.
“Pierda
cuidado señora,
no nos
vamos a caer
ni romperemos nada.
Buenos
días tenga usted”.
Se
despiden las dos niñas
sin
parar en su carrera,
que la vida es divertida
y la
niñez, primavera.
A la planta que es primera
llegan en un periquete.
Don Generoso les presta
bicicleta y patinete.
Allá van
los dos bombones,
Pizpireta
y Tarambana
felices
hacia la calle,
Un
sábado en la mañana.
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