Érase una
vez un pequeño niño de pelo rubio al que sus padres habían puesto de nombre Diego.
Una
cálida mañana del mes de junio, al despertar, Diego encontró algo extraño
colgando de la persiana de su habitación.
Como no
sabía lo que era, se levantó de la cama para observarlo y, andando de puntillas
para evitar espantarlo, llegó hasta la ventana.
Permaneció
unos minutos observando aquel extraño objeto, inclinando su cabeza de lado a lado por ver si desde algún ángulo lograba adivinar de qué se trataba. Pero no había
manera. Todo lo que parecía era una hoja seca y retorcida que había acabado
enganchada a su persiana por la fuerza del viento.
En eso
estaba pensando Diego cuando oyó la voz de su madre detrás de él. Se giró y vio que mamá y papá estaban observándole con esa
sonrisa que tanto le gustaba.
¡Mamá, papá, mirad lo que he descubierto! - exclamó Diego con emoción mientras les
cogía de la mano y tiraba de ambos hacia la ventana.
¿Sabéis
lo que es? - preguntó con la esperanza de que fuera algo más que una simple
hoja seca.
¡Oh, qué
suerte! - exclamó su papá - Es el capullo de una mariposa.
Diego
escuchó atentamente y tras considerar la explicación de su padre durante unos segundos, miró a su mamá con cara de
desconcierto, pidiéndole que le aclarase lo que su papá acababa de decir.
Es un
bebé de mariposa - le explicó su mamá con delicadeza. Igual que tú creciste en mi tripa
durante nueve meses, el bebé de mariposa está creciendo dentro de ese capullo.
¿Y cuándo
va a salir? - preguntó Diego, ansioso por conocer a la mariposa.
El papá
de Diego, que siempre había sabido mucho sobre animales y plantas, miró el
capullo durante unos instantes y respondió: parece que pronto.
Efectivamente, a la mañana siguiente, la mariposa nació. Un precioso ser de cuerpo fino y
grandes alas azules con motas rojas y lunares blancos, y con dos preciosas
antenas al final de su cabecita que se balanceaban cada vez que se movía.
Diego tuvo la suerte de presenciarlo, ya que no había hecho otra cosa desde primera hora de la mañana que observar y esperar a que la mariposa surgiera de su capullo. Al verla, lleno de excitación, empezó a dar saltos de alegría. ¡Viva! ¡Viva! ¡La mariposa ha nacido!
¡Qué bonita es!
Estaba entusiasmado, y miraba a la mariposa como si fuera lo más hermoso que
había visto jamás.
Así es
como Diego y la mariposa se conocieron. Y enseguida se hicieron amigos. Pasaban
todo el día juntos. Entre los dos inventaban juegos con los que lo
pasaban en grande y, cuando no estaban jugando, hablaban de las cosas que más
les gustaba hacer o se contaban historias de piratas, que para los dos, eran
las mejores.
Una
noche, cuando Diego y la mariposa estaban a punto de irse a dormir, una
estrella se coló por la ventana de la habitación.
Los dos
se quedaron con la boca abierta mientras la estrella flotaba delante de ellos
con un precioso fulgor amarillo.
¿Quién
eres? - le preguntó Diego
Soy una
estrella - respondió ella.
¿Te has
perdido?
No. He
bajado hasta aquí para pedirle a la mariposa que venga conmigo al cielo y se
convierta en una estrella como yo.
¿Que se
convierta en una estrella? - siguió preguntando Diego. - ¿Por qué?
Porque
cada bebé, animalito o planta que nace trae consigo a una de nosotras, así es que todas las noches tienen que subir estrellas nuevas para que nunca se
apague el cielo.
Yo
no quiero que la mariposa se vaya. - protestó Diego, enfadado ante la posibilidad
de perder a su amiga.
No te
preocupes. La mariposa y tú siempre estaréis juntos. - le tranquilizó la estrella -
Cada noche podrás mirar al cielo y la primera estrella que parpadee será la
mariposa. Así sabrás que es ella y podrás hablarle y contarle todo lo que
quieras.
Pero
estando tan lejos no podremos oírnos.
Claro que podréis. Pero en vez de hacerlo con los oídos, os oiréis con el
corazón.
¿Por
qué no puedo ser una estrella yo también? - preguntó Diego, buscando la manera de
seguir junto a su amiga.
Tú serás
una estrella algún día, Diego. Pero todavía no es el momento de que estés con
nosotras. Algún día una estrella bajará a buscarte y podrás estar con tu amiga para siempre. Hasta entonces, disfruta de todas las cosas maravillosas que tienes aquí y, sobre todo, quiere mucho a tu mamá y a tu papá.
Diego
permaneció callado unos segundos, recapacitando sobre la explicación de la estrella. No había pensado en sus padres y lo mucho que les echaría de menos. También deseaba estar con ellos,
y seguro que sufrirían mucho si él se marchara.
Lo mejor
era hacer caso a la estrella, concluyó: él y la mariposa seguirían siendo los mejores
amigos aunque estuviesen lejos, hablarían todas las noches y se escucharían con
el corazón.
Los dos
se miraron con los ojos llenos de lágrimas, y se regalaron una
sonrisa. La mariposa abrió sus alas azules y voló hasta Diego para darle un
suave beso en la nariz que le hizo cosquillas.
Ambos se
rieron.
Brilla
todas las noches y parpadea en cuanto yo mire al cielo para que sepa cuál eres
y poder hablar contigo. - pidió Diego a la mariposa con lágrimas en los ojos.
No te
preocupes. Eso será lo primero que haga cada noche. - respondió la mariposa.
Hasta
luego. — Se despidió Diego sorbiendo los mocos que empezaban a caerle por la nariz.
La
mariposa voló hasta posarse en una de las puntas de la estrella y volvió a
sonreír a su amigo mientras agitaba la mano a modo de despedida.
La
estrella fue hasta Diego y le dio un cálido beso en la mejilla antes de marcharse por la ventana, con la mariposa posada en una de sus puntas. Ascendieron lentamente, elevándose sobre la casa, la calle y la ciudad, mientras Diego las
despedía agitando su mano y recordaba a la mariposa la promesa de
parpadear cada noche para que él pudiera encontrarla.
Diego
siguió mirando al cielo durante largo rato, viéndolas alejarse, hasta que las
dos llegaron a lo más alto y se quedaron quietas, brillando. Entonces una de ellas, la
que estaba a la derecha, empezó a parpadear.
Diego supo al instante que se trataba de su amiga; y desde esa misma noche, empezaron a hablarse y
a escucharse con el corazón.
Muchos
años después, siendo Diego un anciano, la mariposa que se había convertido en
estrella bajó hasta la habitación de su amigo para llevarle al cielo con ella,
sus padres y todas las personas a las que él había amado a lo largo de su vida.
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