Érase una vez un niño al que regalaron un precioso globo rojo que flotaba alegremente atado a un fino cordel. En el otro extremo hicieron un lazo para que el niño pudiera meter el dedo y así, llevarlo siempre sin riesgo de que saliera volando. El niño estaba encantado con su globo y le parecía el más bonito del mundo. Lo llevaba consigo a todos lados, salvo al colegio, porque le obligaban a dejarlo en el pasillo y le daba miedo que se perdiera. Así es que, cada día al terminar el colegio, el niño salía corriendo hacia su casa para ver a su globo rojo, que le esperaba pacientemente pegado al techo de la habitación. Todos los días salían a la calle a jugar con los amigos. No era fácil tirar la peonza o subirse a los árboles con el globo atado a un dedo y, cuando jugaban al escondite, siempre le descubrían el primero porque se veía al globo flotando sobre su cabeza. Por las noches, se bañaban juntos después de cenar y, antes de acostarse, el niño le contaba historias de lugares...
Colección de cuentos dedicados a la pequeña personita que vino a iluminar mi vida.