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Mostrando entradas de 2020

EL GLOBO ROJO

 Érase una vez un niño al que regalaron un precioso globo rojo que flotaba alegremente atado a un fino cordel. En el otro extremo hicieron un lazo para que el niño pudiera meter el dedo y así, llevarlo siempre sin riesgo de que saliera volando. El niño estaba encantado con su globo y le parecía el más bonito del mundo. Lo llevaba consigo a todos lados, salvo al colegio, porque le obligaban a dejarlo en el pasillo y le daba miedo que se perdiera. Así es que, cada día al terminar el colegio, el niño salía corriendo hacia su casa para ver a su globo rojo, que le esperaba pacientemente pegado al techo de la habitación. Todos los días salían a la calle a jugar con los amigos. No era fácil tirar la peonza o subirse a los árboles con el globo atado a un dedo y, cuando jugaban al escondite, siempre le descubrían el primero porque se veía al globo flotando sobre su cabeza.  Por las noches, se bañaban juntos después de cenar y, antes de acostarse, el niño le contaba historias de lugares...

EL PEQUEÑO ARBOLITO

 Érase una vez un pequeño arbolito que vivía en medio de un gran bosque. Era un árbol feliz que disfrutaba de todo cuanto había a su alrededor. Le encantaba escuchar el canto de los pájaros y sentir las cosquillas que los pequeños insectos le hacían con las patitas cuando subían y bajaban por su corteza. Le gustaba el calor que le daba el sol, el frescor que producía la lluvia, y cantar mientras dejaba mecer sus ramas por la fuerza del viento. Cada mañana temprano retumbaban las voces de los árboles más viejos, que despertaban al bosque dándole los buenos días, y él siempre respondía ilusionado “¡Buenos días!”. Por las noches, contaban historias maravillosas que él escuchaba con fascinación hasta quedarse dormido.   El pequeño arbolito era muy amable con todas las plantas y los animales del bosque. Tenía muchos amigos y se pasaba el día jugando y charlando con ellos. En definitiva: era un arbolito feliz.   Pasaron unos pocos años y el arbolito siguió creciendo, pero por a...

LA NUBE QUE TENÍA MIEDO A LLOVER

 Érase una vez  una nubecilla que nunca había hecho lluvia. No se atrevía porque pensaba que si se vaciaba de toda su agua, desaparecería para siempre. Le gustaba ir de aquí para allá acompañando a distintos grupos de nubes, así es que tenía amigas por todo el mundo. Tan pronto veía nubes les preguntaba hacia dónde se dirigían: "vamos a echar lluvia a la selva", "vamos a echar nieve al Polo Norte", "vamos a coger agua al océano". Cualquier plan le parecía estupendo. Disfrutaba mucho de las tormentas, cuando todas las nubes se ponían a hacer ruido y luces, y echaban montones de agua sobre la tierra. Alguna vez, incluso se había atrevido a soltar un par de gotitas de agua, pero rápidamente se cerraba de nuevo por miedo a que se le escaparan todas. Cuando iban muy hacia el norte o muy hacia el sur, la nubecilla lo pasaba peor porque las gotitas de agua que llevaba dentro se convertían en copos de nieve, que son más grandes y ocupan más espacio, así es que se ...

EL VIAJE EN TREN

  Un día, en un tren que cubría el trayecto entre Madrid y Gandía, coincidieron dos personas de lo más dispares en el mismo vagón.  El primero, un señor con la cara seria y el traje gris que realizaba cada movimiento como si le supusiera un gran esfuerzo. Le llamaremos el señor gris. El segundo, otro señor, calvo y con un fino bigote blanco que no ocultaba su enorme y sincera sonrisa. Le llamaremos el señor del bigote. El vagón era pequeño y no entraron más viajeros. Nada más llegar, el señor del bigote hizo una exclamación de asombro al ver el vagón. ¡Vaya, qué vagón tan estupendo! El señor gris, que ya estaba sentado en su butaca y con su equipaje correctamente ubicado desde hacía varios minutos, permaneció en silencio y miró alrededor intentando encontrar aquello que se podía calificar de estupendo dentro del vagón. El señor del bigote saludó cortésmente al señor gris y se dispuso a colocar su maleta en el espacio destinado para ella. Tras ello, comprobó la numeración de su...